Artículo aparecido hoy en "Público"
Carmen Jaulín
Politóloga y socióloga de educación
¿Por qué España tiene una aceptable tasa de gasto público en
educación en relación con el PIB (alrededor del 4,20%) respecto a la
media europea de los 27 países (5, 1 %); y simultáneamente casi duplica
la tasa de abandono escolar prematuro (29,1%) también respecto la media
europea (16,1%)? Entre todas las respuestas válidas, hay una explicación
extraordinariamente sencilla: el gasto púbico está muy mal
redistribuido y el dinero destinado a la educación no está donde debería
estar. Desgraciadamente las cosas de sentido común tienen un trasfondo
histórico de tal envergadura que da pavor.
Desde la acritud, en España, parece que exista la creencia
generalizada que el sistema educativo surge con el infortunio de la
LOGSE. Quizás, la desinformación interesada sea debida a la necesidad
sistemática de destruir centrifugando culpas. La culpa como motor de
estigmatización del contrario es la gran falacia que ha venido
succionando las energías políticas situándonos donde estamos, en la
contemplación de la lacra del abandono escolar sin saber qué hacer, por
encima de la de muchos países emergentes en vías de desarrollo
¿Pasaremos algún día a la acción por la reflexión; y no por la reacción
que es lo que nos viene caracterizando?
Nuestro ancestral sistema educativo ha tenido tres épocas doradas en
educación: la de los humanistas (S XIII, SXIV), precursores del
humanismo europeo; la de los ilustrados de finales del S XVIII y
comienzos del XIX, de la que surgen las leyes educativas más sólidas en
la primer mitad del XIX; y la de los movimientos reformistas de la
segunda mitad del siglo XIX, corpus para la legislación educativa de la
Segunda República, un espejo en el que miraron todos los países
europeos, en el comienzo del siglo XX, para comprender y extender el
derecho a la educación.
¿Por qué con estos antecedentes las tasas de analfabetismo del siglo
XIX y de abandono escolar en el siglo XXI son las mayores de Europa? Sin
necesidad de echar culpas, las causas son múltiples, pero hay una
fundamentada en la irresponsabilidad de la clase política, y en el
enfrentamiento sistemático de dos bandos: En la primera mitad de siglo
XIX, Partido Moderado contra el Partido Progresista; y en la segunda
mitad, Partido Conservador contra el Demócrata. De manera que, en
materia educativa, las mismas tensiones del XIX para gestionar los
principios de igualdad y libertad educativa del siglo XIX, siguen
teniendo la misma proyección en el siglo XXI, pero ahora entre PP y
PSOE. ¿En qué hemos avanzado?
Luego, las razones de un pacto educativo entre los partidos del arco
parlamentario son evidentes, tanto por sentido común; como por razones
históricas fundamentadas en el artículo 27 de la Constitución Española
de 1978. El problema está en templar qué tiene que tener un pacto
político para no restringir el pluralismo político y respetar las
transferencias educativas requeridas por los Estatutos de Autonomía.
Esto supone un trabajo político de envergadura que algún ministerio, en
alguna ocasión, tendrá que afrontar, aunque eso suponga tener que dejar
enredar con leyes orgánicas megalómanas para distraer la atención del
ciudadano.
Al grado: ¿qué características tendría que tener un pacto educativo,
hoy, en España, desde la responsabilidad social política? A mi modesto
entender: Primero, por razones de eficacia institucional, el pacto
debería ser de “mínimos” revisables para que se pudiera materializar
cuanto antes. Segundo, por razones de eficiencia social, debería hacer
frente a la lacra del abandono escolar temprano con carácter urgente. Y
tercero, por razones de efectividad económica debería ofrecer
transparencia del desglose de partidas del gasto público en educación,
por comunidades autónomas.
Por ejemplo, consejerías de educación como la de la Comunidad de
Madrid son sacos sin fondo; mientras, el ratio profesor/alumno es cada
vez mayor, se han retirado becas, se ha reducido el presupuesto de los
centros escolares, etc. La espiral de falta de política lleva
permanentemente a la mala gestión económica ¿Hasta cuándo lo vamos a
poder soportar?
Evocando la famosa película de Peter Greenaway, hay que recuperar la
cordura si no queremos destrozar lo mejor de nuestros jóvenes. El
desplante a Wert de esta semana por los mejores alumnos que tenemos es
significativo del momento que vivimos. A mí no me ha gustado esa falta
de talante, pero yo de estar ahí, hubiera hecho lo mismo; igual que no
me gusta hacer huelgas, y no me ha quedado otro remedio; o después de un
tremendo día de trabajo, en lugar de descansar en casa, ir a las
manifestaciones. Nadie nace para la algarada, pero no nos están dejando
otra salida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario