La educación, el gran problema.
Javier Pérez de Albéniz - Reacciona
Cuando escribo estas líneas, febrero de 2011, los diarios publican una noticia que resume todo el desprecio de la sociedad actual no ya por la cultura, sino por su propio futuro: “La educación española dispondrá de 1800 millones de euros menos en 2011”. Es una decisión de unas Comunidades Autónomas que, siendo responsables finales de la educación, se encuentran asfixiadas económicamente por el despilfarro, la mala gestión y el déficit presupuestario. Por desgracia los gestores del dinero público consideran que el futuro no existe más allá de las próximas elecciones. Cuatro años, una visión cortoplacista que condena a las nuevas generaciones a una educación miserable: España invierte en educación menos dinero en relación con el PIB (4,3 por ciento) que lo que se invierte como media en la UE (5,05 por ciento) y en la OCDE (5,3 por ciento). La tasa de abandono escolar (31,2 por ciento) duplica a la media de la UE (14,4 por ciento). Ninguna de las universidades españolas aparece en el ranking de las cien mejores universidades del mundo.
¿Te parece desolador? Pues aún hay más: la crisis económica golpea duro a la enseñanza pública, que soporta tijeretazos en los sueldos de profesores, becas universitarias, infraestructuras, actividades extraescolares, formación del profesorado, transporte escolar, gastos administrativos, agua, luz, calefacción... La Unión Europea censuró de inmediato los recortes educativos en España, un país donde el abandono escolar arrastra a los jóvenes a algo más que a la ignorancia. Invitarlos a dejar colegios, institutos y universidades significa obligarlos a incorporarse al mundo laboral, que es tanto como como condenarlos al paro: cada vez hay menos puestos de trabajo para quienes carecen de estudios.
Los sindicatos piensan que se trata del mayor ataque a la escuela pública desde la Dictadura. “No existe ninguna otra inversión que produzca mayores y mejores retornos sociales y económicos que la educación”, asegura el economista Guillermo de la Dehesa. “Es la clave del bienestar, del desarrollo y del progreso de un país ya que mejora la salud y el medio ambiente, reduce la pobreza y la desigualdad, aumenta el emprendimiento, la productividad y la competitividad y estimula la libertad y la democracia”, sentencia.
La adormecida sociedad española no parece pensar de la misma manera, puesto que permanece impasible ante un atentado que afecta no sólo a la educación y la cultura de los jóvenes, sino al futuro de todo un país. Ni una muestra de repulsa, ni una movilización estudiantil, ni una queja por parte de la oposición al Gobierno. Gravísimo error: el deterioro de la educación es el comienzo del fin, puesto que aumenta las diferencias sociales y culturales, multiplica la marginación, asienta la pobreza, borra las esperanzas. La destrucción de la educación pública es el problema número uno de este país, de cualquier país, por encima incluso del paro, del terrorismo, de la corrupción política...
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